En clave de DOS.

- Buenas tardes.
- Hola, gracias.

Silvia miró las dos cartas que el camarero había dejado encima de la mesa. Ni siquiera se molestó en cogerlas, pediría lo de todos los días. Mientras el camarero dejaba correr el tiempo de rigor para atenderla, Silvia levantó su mirada y comenzó a observar la concurrida estancia. Frente a ella, dos individuos de mediana edad ingerían silenciosamente su almuerzo. Él, ceño fruncido, ojos en dirección a su plato, papada prominente en constante movimiento; ella, ausencia de expresión en su rostro, mirada perdida hacia cualquier dirección opuesta al hombre que tenía enfrente. Silvia permaneció quieta, embriagada por el peso que la imagen le provocaba, quizás el mismo peso que había convertido en silencio años de matrimonio. El movimiento del camarero acercándose con una sonrisa hacia su mesa la sacó de sus pensamientos.

- ¿Espera a alguien?
- No, he venido sola.