viernes, 23 de agosto de 2013

Estreno de la película "LA HERMANDAD"


Se ha hecho esperar, pero el momento está próximo.  Después de casi dos años desde su rodaje, "La Hermandad", ópera prima del realizador Julio Martí Zahonero, llegará a las pantallas de cine españolas el próximo 25 de octubre.  Como ya señalé en una entrada anterior de este mismo blog, esta película supone la vuelta al cine de la gran Lydia Bosch, cuya última interpretación en la gran pantalla fue en la cinta de José Luis Garci "You are the one", la cual le valió una nominación a los Goya como mejor actriz.   Lydia Bosch, protagonista absoluta del film, interpreta a Sara, una escritora de novelas de terror que, tras un accidente de tráfico y debido a sus heridas, se ve obligada a pasar unos días recluida en un antiguo monasterio cercano al lugar de los hechos.  Pronto se dará cuenta de que los monjes que allí habitan guardan un oscuro secreto que no están dispuestos a revelar, por lo que Sara comenzará una auténtica cruzada en su búsqueda de la verdad. 



Catalogada por el propio director como una película de terror clásico, "La Hermandad" lleva implícitos ciertos elementos que pueden llamar la atención del espectador: un argumento inquietante; una atmósfera claustrofóbica y oscura propia del género al que pertenece la película; una banda sonora compuesta y grabada por el cada vez más reconocido compositor Arnau Bataller,  para la cual ha contado con la colaboración de la orquesta del Gran Teatro del Liceu de Barcelona; y la vuelta al cine de Lydia Bosch, que a juzgar por las imágenes vistas hasta el momento hace un trabajo impresionante.






Tras un primer teaser promocional que llegó la red a principios de 2012, no habíamos podido ver ningún otro avance de "La Hermandad" hasta ahora que, próximos al estreno del filme, ha hecho aparición el trailer oficial del mismo.

Trailer Oficial "La Hermandad" from Miguel Angel Villa on Vimeo.


Un antiguo monasterio apartado de cualquier lugar, unos monjes siniestros,  un oscuro secreto y una mujer dispuesta a descubrir la verdad...

martes, 6 de agosto de 2013

THE AMERICANS

De los muchos proyectos televisivos que se generan año tras año en EE.UU. sólo unos pocos llegan a su destino.  Las propuestas quedan materializadas en un episodio piloto y éste sólo verá la luz si, finalmente, la cadena que encargó a una determinada productora la realización de dicho proyecto queda contenta con el resultado y se decide entonces a adquirir la obra.  Si esto ocurre, el siguiente paso es solicitar la grabación de más episodios que compongan una temporada completa.  A grosso modo, éste sería el periplo por el que tiene que pasar una serie antes de alcanzar la meta deseada: ser estrenada; y ya puestos a pedir, asegurarse unas cuantas temporadas antes de ser canceladas.


El mundo de la televisión en EE.UU. es muy despiadado en cuanto a audiencias se refiere, provocando de este modo que continuamente se estrenen y cancelen producciones a la velocidad del rayo.  Es por ello que, antes de decidirme a ver una nueva serie, tomo la precaución de esperar un poco para ver la esperanza de vida que le depara la suerte.  No fue el caso de "The Americans", con  la que no tuve ni un atisbo de duda a la hora de engullir el primer episodio,  y digo engullir porque no encuentro un verbo que defina mejor la sensación que experimenté al visionarlo.  La serie transcurre durante los años 80 y se centra en la vida de un matrimonio y sus dos hijos en una zona residencial a las afueras de Washington, donde llevan una vida familiar apacible y aparentemente normal, con la salvedad de que a espaldas de sus vecinos, compañeros de trabajo y hasta sus propios hijos, la pareja formada por Phillip y Elisabeth dista mucho de ser el matrimonio amoroso y ejemplar que proyecta ser ya que, en realidad, son dos espías soviéticos encubiertos al servicio de la KGB.


En el contexto de la Guerra Fría y durante el mandato de Ronald Reagan, la serie nos muestra los intentos de esta pareja por conciliar su trabajo como agentes secretos con una vida familiar desarrollada en el seno de la sociedad americana, la cual representa todo aquello contra lo que luchan.  La serie desarrolla a partes iguales las tramas relacionadas con el espionaje y las que versan sobre la parte íntima y emocional de la historia.  Esta dualidad argumental provoca que el ritmo de la narración, normalmente pausado, se torne emocionante y vertiginoso en las secuencias en las que tienen lugar las misiones encubiertas que realizan los protagonistas.   Estrenada en EE.UU. en enero de este mismo año, "The Americans" cosechó buenos datos de audiencia y crítica desde sus comienzos, consiguiendo en poco tiempo una renovación para una segunda temporada que se emitirá en 2014.  En España ya se han adquirido los derechos de la misma aunque aún no se conoce fecha de estreno.




Los actores encargados de dar vida a la pareja protagonista son Matthew Rhys (visto en series como "Cinco Hermanos") y Keri Russell la cual, tengo que decir, fue una de las grandes razones que me empujó a ver la serie casi desde su estreno.  Conocida por el gran público por haber dado vida a Felicity Porter en la producción de J.J. Abrams "Felicity", Keri Russell ha conseguido labrarse una amplia carrera como actriz compaginando cine y televisión desde sus inicios profesionales.  Como la mayoría de la gente, yo también la descubrí en la conocida serie de J.J. Abrams, la cual me fascinaba, y a partir de ese momento Keri Russell se convirtió en una de mis actrices favoritas.  Con "The Americans" Keri Russell demuestra una madurez como actriz que la lleva a ofrecer una interpretación magistral llena de matices.  Sin duda, nos encontramos ante uno de sus mejores trabajos hasta la fecha.




Una buena factura, excelentes interpretaciones y un guión potente  son algunas de las características que pueden resaltarse de "The Americans", una serie "de espías" bastante original donde no hay héroes o villanos o donde, si los hay, pueden existir en cualquier bando. 




viernes, 2 de agosto de 2013

Sunshine Cleaning (Christine Jeffs, 2008)

En esto del cine hay mucho de azar y a veces, inexplicablemente, te encuentras con películas que sin saber por qué han pasado sin pena ni gloria por las salas comerciales.  Son pequeñas joyas de celuloide que no han tenido la fortuna de llegar a un nutrido público pero que esconden en cada fotograma una auténtica muestra de buen cine.  En muchos casos les precede una buena crítica de su paso por festivales y, poco a poco, el boca a boca dentro de la comunidad cinéfila de la red se hace eco de su existencia, permitiendo así que estas películas tengan una segunda vida después de su paso por la taquilla.  De esta forma, las descargas de cine en internet, el mercado del dvd o las webs de visionado legal de películas hacen que muchos de estos títulos desconocidos dejen de serlo, aunque sea para una porción de público minoritario.


"Sunshine Cleaning" podría encuadrarse dentro de este tipo de filmes.  Fue estrenada en nuestro país en el verano de 2010, más de un año después de su salida en USA, y su vida en la taquilla española fue corta y poco ruidosa, sin embargo, estoy seguro de que esta película ha encontrado adeptos dentro de los consumidores de cine indie americano.  Rodada con la sobriedad y la simpleza habitual del cine independiente, la cinta narra la historia de dos perdedoras, dos hermanas cuyas vidas se han convertido en algo muy distinto a lo que esperaban.  Inmersas en una existencia gris llena de obligaciones e incertidumbres, su fortaleza y una serie de circunstancias casuales les harán encender una llama de esperanza a un posible cambio de rumbo. 


La película, contada en un tono de comedia dramática, lejos de ahondar en el aspecto trágico y triste del argumento, desarrolla la historia desde un punto de vista más positivo, mostrando, como ocurre a veces también en la vida real, la posibilidad de hallar humor en las situaciones más funestas.



 Las encargadas de dar vida al dúo protagonista son las actrices Emily Blunt y Amy Adams, actriz esta última que, como siempre, realiza una interpretación magistral y totalmente creíble.


Sunshine cleaning es una historia, en cierto modo, surrealista encuadrada dentro del desconocido y tétrico mundo de la limpieza de las escenas de crímenes, pero sin duda, es también una gran historia escondida en un pequeño relato simple y cotidiano donde nada parece ocurrir, una crónica que lo que realmente nos muestra es la ruptura emocional con las piedras del pasado y la evolución interior que pueden experimentar las personas a pesar de que las circunstancias, muchas veces, nos empujen hacia lo contrario.



viernes, 8 de febrero de 2013

Esa excéntrica abogada llamada Ally

Es sorprendente comprobar cómo varían nuestros gustos y aficiones a lo largo de nuestra vida.  Nos remontamos al año 1999, época de cambios e incertidumbres;  se aproximaba el fin de siglo y las informaciones que llegaban a nuestros oídos no paraban de mencionar la posible "destrucción del mundo", el caos asegurado a la entrada del año 2000, momento en el que los ordenadores se colapsarían y algo muy catastrófico ocurriría... ;  afortunadamente nada de esto ocurrió, demostrándose, una vez más, que las creencias populares apocalípticas poco tienen de cierto,  pero lo que sí se puede constatar es que, en aquellos momentos,  comenzaba a fraguarse una metamorfosis en el mundo de la información.   El uso generalizado, y extendido en todo el mundo, de internet daría paso a una nueva era en el campo de la comunicación, marcando el fin de una etapa y el comienzo de otra.  En el seno de esta nueva forma de distribución de la información era mucho más fácil (aunque no siempre fiable) enterarse de todo lo que ocurría dentro y fuera de nuestras fronteras, y así llegó por primera vez a mi conocimiento la existencia de una serie de televisión que estaba causando furor en EE.UU.  El mundo de la Ley y la abogacía era el telón de fondo de la misma,  y aunque dicho tema hubiera servido con anterioridad para desarrollar infinidad de series y películas americanas muy conocidas y de indudable éxito, en este caso, el creador de la serie, David E. Kelley, creador de otras series como "Picket Fences", "Chicago Hope" o "The Practice", supo darle una vuelta de tuerca al concepto de ficción televisiva con tematica legal, dotando a la serie que nos ocupa, "Ally McBeal", con un toque de humor excéntrico y alocado que, hasta ese momento, no estábamos acostumbrados a relacionar con series de dicha temática, y dando la misma importancia en el desarrollo de las tramas tanto al contenido legal como a la vida privada y emocional de los personajes de la serie.  


El espacio fue estrenado en EE.UU. el 8 de septiembre de 1997, cosechando muy pronto cifras astronómicas de audiencia y alargando su éxito durante 5 temporadas.  No fue hasta marzo de 1999 que la serie llegó a nuestras pantallas, causando el mismo furor entre los televidentes que el alcanzado en su país de origen.  Ally Mcbeal marcó un antes y un después en la ficción televisiva;  el modo en que se desarrollaban las situaciones cómicas acaecidas en la serie; las alucinaciones de su protagonista; la imaginación de los diferentes personajes llevadas a escena en situaciones disparatadas; los insólitos casos legales que defendían; los diversos y variopintos personajes que aparecían en cada capítulo, interpretados en numerosas ocasiones por estrellas invitadas que querían participar en la serie; los sonidos y efectos visuales pioneros en el mundo de las series; la importante presencia de la música en cada capítulo; y un largo etcétera, han situado a Ally Mcbeal como un referente de la comedia que hoy por hoy no nos parece nada original pero que hace 15 años no estábamos acostumbrados a ver y que ha inspirado, de un modo u otro, a numerosas series posteriores. 

He de reconocer que, cuando finalmente llegó su esperado estreno en España, me enfrenté a una gran desilusión ya que me decepcionó bastante el primer capítulo de la serie.  Después de visionar varios episodios, a la espera de que esa sensación inicial cambiase, no tuve más remedio que tirar la toalla y declarar oficialmente mi odio hacia Ally Mcbeal.  Era tremenda la manía que le cogí al personaje protagonista y por extensión a la actriz que la interpretaba, Calista Flockhart.  No soportaba sus histrionismos, sus caras, sus excentricidades, lo absurdo de las situaciones que vivía y creaba su personaje, lo loca que parecía estar a veces, etc...,  pero si hasta tenía alucinaciones!!!!!  y lo más increíble de todo es que a nadie parecía importarle ese detalle, ni de dentro ni de fuera de la serie

Por otro lado, tampoco me atraía la forma en que desarrollaban los casos judiciales ni cómo enlazaban éstos con la vida privada de los personajes centrales del bufete de abogados donde se desarrolla la trama.  En resumidas cuentas: no me gustaba la serie, así que dejé de verla, aunque mi tendencia, para fortuna del producto en cuestión, no fue la mayoritaria entre el público español, consiguiendo de este modo permanecer en antena también en nuestro país durante las cinco temporadas de las que consta.

Sin embargo, es curioso el modo en que los seres humanos cambiamos nuestro modo de ver las cosas.  Las experiencias que acumulamos en el desarrollo de nuestra vida modifican la percepción de nuestro entorno, dejando claro que todo (o casi todo) es relativo y que, en realidad, cuando expresamos nuestras opiniones y creencias, deberíamos dejar un pequeño espacio a la certeza de que la subjetividad lo impregna todo, siendo bastante ridícula la radicalidad y contundencia con que mucha gente defiende sus ideas intentando disfrazarlas de verdades absolutas.   En realidad, el momento personal y vital en que se encuentren las personas determina, en muchos casos, las fluctuaciones de la impresión que tienen del mundo que les rodea.  Y esto se puede comprobar con situaciones trascendentales pero también con asuntos muy triviales, como puede ser una simple canción.  ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez que, de repente, un tema musical que antes odiaba o que simplemente no le agradaba, ha comenzado a gustarle?
 
Han sido muchas las ocasiones en que he experimentado en primera persona estos cambios de criterio, y mi opinión sobre la serie que nos ocupa, "Ally Mcbeal", es otro claro ejemplo de ello.  Recientemente, y como resultado de las gangas que a veces te encuentras en las grandes superficies, he adquirido la serie completa en DVD.  A pesar de que mi apreciación sobre ésta era negativa sentí curiosidad por darle una nueva oportunidad y la verdad es que me alegro de ello ya que he visto la serie con otros ojos.  Donde antes veía histrionismo ahora veo un genial trabajo interpretativo, descubriendo en Calista Flockhart
a una estupenda actriz cómica que supo dotar a su trabajo de un realismo difícil de asociar a situaciones tan inverosímiles como las que vive su personaje; algunos casos legales que se muestran en la serie pueden ser absurdos y poco creíbles, pero sirven para desarrollar y plantear realidades que en su momento, y quizá también actualmente, eran controvertidas; la relación de amor de los protagonistas, que la serie utilizaba como punto de partida de la trama y que a mí personalmente me aburría bastante y me parecía poco creíble, en realidad en el transcurso de la historia pasa a un segundo plano y ganan en importancia las vidas de todos los personajes de la serie, ya que Ally McBeal, en realidad, es una historia coral, que a pesar de tener una protagonista absoluta entrañable y a la que se le acaba cogiendo cariño como personaje, cuenta con un entramado de personajes que conforman el universo McBeal, sin los cuales la magia de la serie no tomaría forma.  

Si bien es cierto que aún hoy por hoy, y después de haber visto la serie completa, sigo observando detalles en la misma que no me gustan, como puede ser la continua guerra de sexos de la que, en mi opinión, abusa la serie para desarrollar situaciones cómicas que tanto gustan a la mayoría de los heterosexuales pero que a mí me cansan y aburren. Sin embargo, a pesar de ello puedo decir que ahora entiendo por qué Ally McBeal se convirtió en el fenómeno que en su día fue porque, a pesar de todos los fallos que puede contener el producto, supo crear un espacio de ficción repleto de detalles originales y compuesto por personajes excentricos, estrafalarios, e incluso a veces ridículos que, aunque esteriotipados y caricaturizados, estaban dotados con un barniz de autentidad ya que, en el fondo, mostraban sentimientos, miedos y deseos con los que se puede identificar cualquier ser humano.  
 
Me alegro mucho de haberle dado una segunda oportunidad a esta serie que me ha hecho pasar momentos tan divertidos y entrañables viéndola y que me ha confirmado, aunque sea con un ejemplo tan absurdo, que en esta vida no hay que dar nada por hecho porque, afortunadamente, todo, hasta nosotros mismos, es susceptible de cambiar.

martes, 20 de noviembre de 2012

Objetos, nada más

En los tiempos que vivimos parece ser que el único modo de consumo que existe es el de la posesión de lo material.  Sólo sentimos que tenemos algo si lo conseguimos físicamente, si tenemos la falsa creencia de que aquello que disfrutamos y adquirimos está en nuestro poder de un modo permanente, olvidándonos del hecho de que esa permanencia en ningún caso será eterna ya que ni siquiera nuestra propia vida lo es.   No tenemos en cuenta que el objetivo que perseguimos en realidad, es el placer derivado del consumo de determinados bienes y, para ello, no siempre necesitaremos poseerlos, a veces nos bastará con poder usarlos sin ser propietarios de los mismos.  Recientemente he recuperado la costumbre de frecuentar la biblioteca del barrio donde crecí, un lugar al que me encantaba ir de niño y donde viví momentos muy divertidos con mis amigas (causando más de un disgusto a la bibliotecaria de aquel entonces) y en el que también descubrí numerosos libros infantiles y juveniles de los que guardo un grato recuerdo.  Llevaba años sin sacar prestado ningún ejemplar de su discreto catálogo pero, últimamente, he leído algunas de las novelas que allí descansan a la espera de ser descubiertas.  He vuelto a experimentar lo enriquecedor que es comprobar que la cultura, en ocasiones, a pesar de que muchos se quejen de lo contrario, está al alcance de todos y de forma totalmente gratuita, sin necesidad de adquirir económicamente nada que tengamos que almacenar posteriormente en nuestros hogares, ni de perpetuar el hábito, tan promovido por nuestra cultura capitalista, del eterno aumento cualitativo y cuantitativo de nuestros bienes materiales.

Nos pasamos así la vida los seres humanos, embarcándonos en proyectos y empresas que hipotecan nuestra vida para intentar acumular más y más cosas que nos dicen que necesitamos tener, sin pararnos a pensar si realmente son tan importantes para nuestra supervivencia o para el desarrollo de nuestro bienestar vital.  La cadena de necesidades se hace interminable ya que, para mantener a flote semejante ritmo de consumo,  requeriremos mayores sueldos; casas con tamaño superior del que precisaríamos de no tener que albergar tal cantidad de objetos y bienes; y una larga sucesión de eslabones de muy diversa índole que se van añadiendo a dicha cadena, la cual no termina nunca de cerrarse en esa incansable e infructífera búsqueda de la felicidad.  Existen alternativas a esta inagotable fuente de consumismo que intentan mostrar que también se puede ser dichoso sin tratar de alcanzar tantas metas económicas y materiales,  convirtiendo en realidad aquella máxima de que, a veces, menos es más.  Si existe una frase popular que me haya demostrado a lo largo de todos estos años la veracidad que esconde su significado, sin duda, es ésta.  Hay dichos tradicionales que pueden llevar, en muchas ocasiones, a discursos patéticos llenos de demagogia barata, dependiendo de cómo se expongan y defiendan las ideas derivadas de los mismos, pero no por ello, en algunos casos, dejan de ser ciertas las enseñanzas que intentan transmitir.  No quiero erigirme como adalid de la causa ni ponerme como ejemplo de nada, pero sí es cierto que, por experimentar una apretada situación financiera en diferentes momentos de mi vida de adulto independizado del núcleo familiar, he aprendido, por necesidad, a ajustarme al sueldo del que disponía en ese instante, llegando a la conclusión de que, al final, salvo circunstancias especiales de familias numerosas, etc..., podemos prescindir de la mayoría de las cosas que supuestamente necesitamos.  Gracias a haberme visto obligado a ello, he podido comprobar que no necesito un móvil de última generación para poder comunicarme telefónicamente; que puedo leer sin necesidad de hacerlo en una tablet; que puedo ir en bicicleta para determinados trayectos o en transporte público ahorrándome comprar y mantener un coche; que soy capaz de aguantar varios meses sin adquirir alguna prenda nueva;  que no preciso tener un televisor de X pulgadas, me basta con el que tengo; y un largo etcétera que, aunque en un principio suponga el renunciar a muchas cosas,  la experiencia me ha demostrado que, al final, esa renuncia te permite disfrutar de otras.  Cuando aprendes a vivir con menos adecuas tu vida al dinero del que dispones y no te ves obligado a tomar decisiones importantes y trascendentales en base a una falsa necesidad.  Tus elecciones estarán guiadas por las cosas que verdaderamente te hacen vibrar y no tendrás, por ejemplo,  que optar por un determinado trabajo porque te paguen más y necesites ese dinero para poder costear tu ritmo de vida,  sino que podrás contentarte con un empleo que realmente te motive aunque su sueldo no alcance cifras astronómicas, y como éste mil ejemplos más. 

¿Dónde quedan las aspiraciones personales de la gente, las motivaciones, los hobbies, el tiempo libre, el poder disfrutar de la familia, los amigos, las parejas, la cultura?  ¿Eso no tiene valor?  ¿Por qué no destinamos nuestros esfuerzos a intentar llenar nuestra vida con estas cosas?  Vivir conlleva un desembolso económico, eso está claro, pero ese gasto no siempre tiene que destinarse a lo que esta economía capitalista quiere.   En mayor o menor medida, por mucho que queramos salirnos del camino establecido, el consumismo que nos han inculcado sale por algún lado y, a pesar de lo anteriormente señalado, también yo, en algún momento y con determinados objetos y bienes, muestro síntomas del mismo, aunque al menos intento plantearme que otra forma de vida es posible y al igual que yo, otra mucha gente.  Sin embargo, estas sugerencias, a pesar de que cuentan con un nutrido grupo de seguidores que apuestan por un modo diferente de vivir la vida, no consiguen calar con profundidad en la totalidad de la población.

El ser humano siempre ha querido ser libre; nos hemos quejado a lo largo de la historia cuando nos han arrebatado la libertad que sentimos nuestra por derecho y que ahora creemos poseer, sin embargo, vivimos en una sociedad que nos tiene absolutamente esclavizados, prisioneros de nuestros propios deseos y falsas necesidades.   La cultura, una vez más, es el secreto de todo.  Las cosas serían muy diferentes si el consumismo del que somos víctimas se inclinara un poco más hacia el sector de la cultura.  De este modo, al menos, no seríamos títeres a la deriva en un océano lleno de incomunicación y prioridades desordenadas.


viernes, 31 de agosto de 2012

Cine al alcance de cualquiera

Ahora ya no hay excusas.  Los motivos para no pagar por consumir cultura cinematográfica se están quedando obsoletos y faltos de argumentos ante las nuevas propuestas que ofertan diferentes formas legales de acceso a tales contenidos.  Iniciativas como Filmin, Youzee, etc... no dejan de sucederse en un intento por evitar que la industria del cine siga perdiendo comercialmente adeptos, situación ésta que desembocaría paulatinamente en la desaparición del cine como tal.   Desde el nacimiento de internet y las descargas de archivos ilegales, el número de personas que han dejado de acudir a las salas comerciales de cine se ha visto incrementado a un ritmo vertiginoso en los últimos tiempos.   Profesionales de este sector (directores, productores, distribuidores, etc...) se han quejado por activa y por pasiva a lo largo de los últimos años de la gran crisis que se estaba viviendo y que se adivinaba catastrófica en el futuro.  En mitad de toda esta vorágine imparable y descontrolada comenzaron a crearse alternativas legales de visionado de cine cuyo objetivo era ofrecer otras opciones que compitiesen con la jugosa idea de obtener gratis, con la inmediated que permite la red,  los contenidos cinematográficos que en el pasado sólo se podían disfrutar previo pago de una entrada de cine o mediante alquiler a través de un videoclub.   Han sido varias las propuestas que han intentado ofertar estos servicios pero me centraré en las que, en mi opinión, son más fieles a los objetivos que persiguen estas iniciativas y las que han conseguido que el ICAA (Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales, organismo autónomo adscrito al Ministerio de Cultura que planifica las políticas de apoyo al sector cinematográfico y a la producción audiovisual) considere a los usuarios que alquilen las películas a través de estos portales como espectadores, los cuales se sumarían a la cifra total de público que alcanza un largometraje desde su estreno en salas de cine.   Los dos portales en cuestión, los cuales han conseguido ser homologados por el organismo anteriormente mencionado son Filmin y Filmotech.  Este último, centrado fundamentalmente en cine español, reúne un amplio catálogo al que se puede acceder a través de una tarifa plana bastante económica, por la que por el módico precio de 9 euros mensuales se puede disfrutar de más de 1.200 películas españolas de todos los géneros, entre las que se encuentran títulos clásicos, actuales, cortometrajes, documentales e incluso largometrajes inéditos que nunca llegaron a estrenarse en salas comerciales.  Algunos de estos títulos, por haber sido exhibidos recientemente en pantallas comerciales o por ser inéditos,  no se pueden consumir a través de la tarifa plana, por ello, existe la alternativa de ser alquilados de forma individual por la asequible cifra de 1,42 euros; no obstante, con la tarifa plana se accede a casi la totalidad del contenido global del portal.    Por otro lado, Filmin, la otra iniciativa de visionado de cine legal que cuenta con la homologación del ICAA y que, poco a poco, va aumentando su popularidad en la red, reúne un mayor número de películas en su haber.  Más de 2.000 largometrajes de todas las nacionalidades, entre los que se encuentran también documentales, series, etc...  componen su catálogo.  Al igual que el anterior también dispone de una tarifa plana a la que llaman cuenta premium, la cual se puede contratar de forma mensual, trimestral, semestral o anual, con ofertas en proporción a los meses que contrates, y al igual que Filmotech, los títulos más recientes tampoco pueden verse a través de la tarifa plana, aunque se pueden disfrutar de ellos individualmente por precios que oscilan entre los dos y los tres euros.    Desde mi experiencia personal, como usuario del portal Filmin, puedo decir que estoy disfrutando muchísimo de esta nueva forma de ver cine, la cual está siendo más que satisfactoria.  Después de meses de pensármelo mucho, he acabado sucumbiendo recientemente después de descubrir la suculenta oferta de verano propuesta por Filmin, por la que por el económico precio de 15 euros se puede disfrutar de dos meses de suscripción Premium.  Y en esas me encuentro, disfrutando de un gran número de películas  de todas las épocas y nacionalidades, las cuales, algunas no conocía y otras llevaba tiempo queriendo ver.   Pienso que acceder al consumo de cine a través de estos medios acerca al público general a  una gran cantidad de títulos alejados de los circuitos comerciales que, de otro modo, tal vez les costara más conocer;  y para los amantes del cine, que ya son consumidores habituales de este tipo de películas en formas más convencionales (pantallas de cine, dvds, etc...), supone también un gran aliciente ya que tienen al alcance de su mano un extenso videoclub en continuo crecimiento.  

Ya era hora de que se ideasen soluciones al gran problema que vive el sector.  Creo que debemos ser conscientes de que la cultura hay que pagarla, porque detrás de ésta hay gente dejándose la piel, el esfuerzo y la mente por crearla y eso tiene que tener una recompensa económica, porque al igual que cuando vamos a una cafetería no se nos ocurriría irnos sin pagar lo consumido, tampoco deberíamos ver como normal que cada vez que queramos disfrutar de la cultura debamos hacerlo gratis.  Diferente cuestión son los precios que le pongan a ese consumo, por ello creo que a este tema tan complejo le quedan aún muchos capítulos hasta llegar a un punto equitativo y razonable mediante el cual las dos partes de la ecuación, creadores y público, salgan beneficiadas.  No hay que olvidar que la existencia de dichas plataformas no puede sustituir al placentero e increíble acontecimiento que supone ir al cine, visitar físicamente una sala de proyección y sumergirse en la experiencia única de quedarse a oscuras en una gran habitación para disfrutar junto con otras personas del maravilloso séptimo arte.  Son dos formas de disfrutar del cine, dos experiencias totalmente diferentes e igualmente enriquecedoras, que tienen que coexistir sin que una pueda sustituir a la otra, por ello, en los tiempos que vivimos, en los que además de los problemas ya mencionados el gobierno español actual parece querer cargarse el cine patrio, debemos apoyarlas más que nunca.  Larga vida al cine.

sábado, 5 de mayo de 2012

Algo más que palabras

A veces es difícil conocer a las personas, penetrar en su verdadero interior, saber qué esconden sus pensamientos, acciones y actitudes. Nos ocurre hasta con nuestros seres más queridos, nuestros amigos/as más cercanos, y en ocasiones nos sorprendemos cuando hacen algo que no esperamos, dejándonos con una sensación de cierta angustia y una pregunta interna que no podemos contestar. Pero así somos las personas, seres llenos emocionalmente de pliegues, recovecos y contradicciones, asaltados continuamente por un sinfín de sentimientos que nos hacen ser, a veces, víctimas de nosotros mismos. Se crea así un ángulo muerto en el conocimiento que tenemos acerca de los demás, no muy grande si se trata de alguien cercano a nosotros y bastante considerable si es una persona que realmente ni siquiera conocemos, pero, en cualquier caso, siempre habrá un territorio opaco en el interior de los seres humanos al que no podremos llegar y del cual emanarán decisiones y comportamientos que nos provocarán sentimientos de desconcierto. Sin embargo, el sentido común, la lógica, la experiencia y la psicología que vamos acumulando a lo largo de nuestra vida hacen que este margen de error en el conocimiento de los demás se reduzca a un mínimo bastante tranquilizador. Hay ocasiones en las que sin conocer a alguien personalmente parece como si realmente fuera alguien cercano a nosotros/as. Ocurre con algunos personajes públicos, que a fuerza de verlos durante años en los medios de comunicación estamos familiarizados con ellos hasta tal punto que creemos saber cosas de ellos que tal vez no se correspondan con la realidad, o tal vez sí. Sucede también con ciertas personas que acabamos de conocer y con las que pareciese que lleváramos relacionándonos toda la vida a juzgar por las cosas que intuimos sobre ellas y que poco a poco se van confirmando a medida que avanzamos en el desarrollo de nuestra afinidad con ellas. Hay un factor fundamental que estimula estas sensaciones "pre-cognitivas", una cualidad que no todo el mundo posee y que presentan a aquellas personas que la tienen como seres que transmiten confianza, nitidez y claridad: la transparencia. Hay gente que la irradia con una fuerza especial y, en estos casos, ese terreno oscuro indescifrable se hace más fácil de leer, esas actuaciones y comportamientos sólo tienen una posible lectura y no hay dobleces ni dudosas intenciones.

Recientemente ha llegado hasta la red una entrevista a un personaje público conocido por todos/as, alguien a quien, como he dejado claro a través de este blog, admiro produndamente por su carrera profesional y por la calidad humana que me transmite y que siempre he intuido en ella aunque no la conozca personalmente. Lydia Bosch, después de varios años sin conceder ninguna entrevista, ha accedido a hablar por primera vez desde que volviera a los escenarios y lo ha hecho para demostrar la ilusión con la que afronta sus nuevos proyectos profesionales y para dejar claro que ha reanudado con la misma fuerza de antaño esa carrera artística que por determinadas circunstancias quedó aparcada. Como he señalado anteriormente, y a riesgo de ser tachado de freak fanático absolutamente influído por mi admiración, hay veces que sin conocer a alguien personalmente sientes que crees saber cosas de esa persona, y después de todos estos años siendo testigo de su recorrido personal y artístico puedo decir que ,en cierto modo, "la conozco". Muchas veces, la opción más simple es la verdadera, las cosas no suelen ser tan rebuscadas, y ante la duda creo que es mejor rendirse a la evidencia. Después de ver la mencionada entrevista a la que antes hago alusión, creo que puedo decir que las imágenes, las palabras, los silencios, los sentimientos, la autenticidad y la transparencia que emanan a través de esta mujer hablan por sí solos e invito a todo aquel o aquella que quiera a que la vea y si después de hacerlo tiene alguna duda de quién es Lydia Bosch es que tiene muy poca psicología o es que está muy ciego emocionalmente. Y para aquellos periodistas que, tan ridículamente, ensalzan su profesionalidad tras el eslogan de "yo soy periodista", como si eso significase que lo que dicen tiene que ser cierto, les invitaría a que fuesen un poquito menos absurdos y utilizaran de vez en cuando su inteligencia y sentido común. La justicia no es sagrada, la justicia también se equivoca, tenemos, desgraciadamente, numerosos ejemplos de sobra conocidos y demostrados a lo largo de la historia que certifican que la Justicia no es infalible, que sólo juzga lo que se puede evidenciar a través de testigos, confesiones y pruebas físicas y que cuando esto no es posible llega hasta donde puede llegar. Pero que algo no se pueda probar no significa que no haya ocurrido, que no se les olvide esto a aquellos/as que se les llena la boca diciendo: "Es que un juez ha dicho que..." Afortunadamente, aunque la ley a veces no pueda, el tiempo y la vida ponen a cada uno en su lugar.