viernes, 8 de febrero de 2013

Esa excéntrica abogada llamada Ally

Es sorprendente comprobar cómo varían nuestros gustos y aficiones a lo largo de nuestra vida.  Nos remontamos al año 1999, época de cambios e incertidumbres;  se aproximaba el fin de siglo y las informaciones que llegaban a nuestros oídos no paraban de mencionar la posible "destrucción del mundo", el caos asegurado a la entrada del año 2000, momento en el que los ordenadores se colapsarían y algo muy catastrófico ocurriría... ;  afortunadamente nada de esto ocurrió, demostrándose, una vez más, que las creencias populares apocalípticas poco tienen de cierto,  pero lo que sí se puede constatar es que, en aquellos momentos,  comenzaba a fraguarse una metamorfosis en el mundo de la información.   El uso generalizado, y extendido en todo el mundo, de internet daría paso a una nueva era en el campo de la comunicación, marcando el fin de una etapa y el comienzo de otra.  En el seno de esta nueva forma de distribución de la información era mucho más fácil (aunque no siempre fiable) enterarse de todo lo que ocurría dentro y fuera de nuestras fronteras, y así llegó por primera vez a mi conocimiento la existencia de una serie de televisión que estaba causando furor en EE.UU.  El mundo de la Ley y la abogacía era el telón de fondo de la misma,  y aunque dicho tema hubiera servido con anterioridad para desarrollar infinidad de series y películas americanas muy conocidas y de indudable éxito, en este caso, el creador de la serie, David E. Kelley, creador de otras series como "Picket Fences", "Chicago Hope" o "The Practice", supo darle una vuelta de tuerca al concepto de ficción televisiva con tematica legal, dotando a la serie que nos ocupa, "Ally McBeal", con un toque de humor excéntrico y alocado que, hasta ese momento, no estábamos acostumbrados a relacionar con series de dicha temática, y dando la misma importancia en el desarrollo de las tramas tanto al contenido legal como a la vida privada y emocional de los personajes de la serie.  


El espacio fue estrenado en EE.UU. el 8 de septiembre de 1997, cosechando muy pronto cifras astronómicas de audiencia y alargando su éxito durante 5 temporadas.  No fue hasta marzo de 1999 que la serie llegó a nuestras pantallas, causando el mismo furor entre los televidentes que el alcanzado en su país de origen.  Ally Mcbeal marcó un antes y un después en la ficción televisiva;  el modo en que se desarrollaban las situaciones cómicas acaecidas en la serie; las alucinaciones de su protagonista; la imaginación de los diferentes personajes llevadas a escena en situaciones disparatadas; los insólitos casos legales que defendían; los diversos y variopintos personajes que aparecían en cada capítulo, interpretados en numerosas ocasiones por estrellas invitadas que querían participar en la serie; los sonidos y efectos visuales pioneros en el mundo de las series; la importante presencia de la música en cada capítulo; y un largo etcétera, han situado a Ally Mcbeal como un referente de la comedia que hoy por hoy no nos parece nada original pero que hace 15 años no estábamos acostumbrados a ver y que ha inspirado, de un modo u otro, a numerosas series posteriores. 

He de reconocer que, cuando finalmente llegó su esperado estreno en España, me enfrenté a una gran desilusión ya que me decepcionó bastante el primer capítulo de la serie.  Después de visionar varios episodios, a la espera de que esa sensación inicial cambiase, no tuve más remedio que tirar la toalla y declarar oficialmente mi odio hacia Ally Mcbeal.  Era tremenda la manía que le cogí al personaje protagonista y por extensión a la actriz que la interpretaba, Calista Flockhart.  No soportaba sus histrionismos, sus caras, sus excentricidades, lo absurdo de las situaciones que vivía y creaba su personaje, lo loca que parecía estar a veces, etc...,  pero si hasta tenía alucinaciones!!!!!  y lo más increíble de todo es que a nadie parecía importarle ese detalle, ni de dentro ni de fuera de la serie

Por otro lado, tampoco me atraía la forma en que desarrollaban los casos judiciales ni cómo enlazaban éstos con la vida privada de los personajes centrales del bufete de abogados donde se desarrolla la trama.  En resumidas cuentas: no me gustaba la serie, así que dejé de verla, aunque mi tendencia, para fortuna del producto en cuestión, no fue la mayoritaria entre el público español, consiguiendo de este modo permanecer en antena también en nuestro país durante las cinco temporadas de las que consta.

Sin embargo, es curioso el modo en que los seres humanos cambiamos nuestro modo de ver las cosas.  Las experiencias que acumulamos en el desarrollo de nuestra vida modifican la percepción de nuestro entorno, dejando claro que todo (o casi todo) es relativo y que, en realidad, cuando expresamos nuestras opiniones y creencias, deberíamos dejar un pequeño espacio a la certeza de que la subjetividad lo impregna todo, siendo bastante ridícula la radicalidad y contundencia con que mucha gente defiende sus ideas intentando disfrazarlas de verdades absolutas.   En realidad, el momento personal y vital en que se encuentren las personas determina, en muchos casos, las fluctuaciones de la impresión que tienen del mundo que les rodea.  Y esto se puede comprobar con situaciones trascendentales pero también con asuntos muy triviales, como puede ser una simple canción.  ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez que, de repente, un tema musical que antes odiaba o que simplemente no le agradaba, ha comenzado a gustarle?
 
Han sido muchas las ocasiones en que he experimentado en primera persona estos cambios de criterio, y mi opinión sobre la serie que nos ocupa, "Ally Mcbeal", es otro claro ejemplo de ello.  Recientemente, y como resultado de las gangas que a veces te encuentras en las grandes superficies, he adquirido la serie completa en DVD.  A pesar de que mi apreciación sobre ésta era negativa sentí curiosidad por darle una nueva oportunidad y la verdad es que me alegro de ello ya que he visto la serie con otros ojos.  Donde antes veía histrionismo ahora veo un genial trabajo interpretativo, descubriendo en Calista Flockhart
a una estupenda actriz cómica que supo dotar a su trabajo de un realismo difícil de asociar a situaciones tan inverosímiles como las que vive su personaje; algunos casos legales que se muestran en la serie pueden ser absurdos y poco creíbles, pero sirven para desarrollar y plantear realidades que en su momento, y quizá también actualmente, eran controvertidas; la relación de amor de los protagonistas, que la serie utilizaba como punto de partida de la trama y que a mí personalmente me aburría bastante y me parecía poco creíble, en realidad en el transcurso de la historia pasa a un segundo plano y ganan en importancia las vidas de todos los personajes de la serie, ya que Ally McBeal, en realidad, es una historia coral, que a pesar de tener una protagonista absoluta entrañable y a la que se le acaba cogiendo cariño como personaje, cuenta con un entramado de personajes que conforman el universo McBeal, sin los cuales la magia de la serie no tomaría forma.  

Si bien es cierto que aún hoy por hoy, y después de haber visto la serie completa, sigo observando detalles en la misma que no me gustan, como puede ser la continua guerra de sexos de la que, en mi opinión, abusa la serie para desarrollar situaciones cómicas que tanto gustan a la mayoría de los heterosexuales pero que a mí me cansan y aburren. Sin embargo, a pesar de ello puedo decir que ahora entiendo por qué Ally McBeal se convirtió en el fenómeno que en su día fue porque, a pesar de todos los fallos que puede contener el producto, supo crear un espacio de ficción repleto de detalles originales y compuesto por personajes excentricos, estrafalarios, e incluso a veces ridículos que, aunque esteriotipados y caricaturizados, estaban dotados con un barniz de autentidad ya que, en el fondo, mostraban sentimientos, miedos y deseos con los que se puede identificar cualquier ser humano.  
 
Me alegro mucho de haberle dado una segunda oportunidad a esta serie que me ha hecho pasar momentos tan divertidos y entrañables viéndola y que me ha confirmado, aunque sea con un ejemplo tan absurdo, que en esta vida no hay que dar nada por hecho porque, afortunadamente, todo, hasta nosotros mismos, es susceptible de cambiar.