lunes, 3 de febrero de 2025

Ausencia


Sabía lo que tenía que hacer, pero no encontraba las fuerzas.  No había ningún reloj a la vista, aunque intuía que debía ser una hora prudente para salir de la cama.  Prefería seguir así, acurrucado bajo el calor de las sábanas, protegido del mundo exterior y del frescor que el incipiente otoño presagiaba.  
 
El fin del verano, un año más, dejaba a su paso ecos de un tiempo donde el dolor se hizo costumbre.  El desenfado y despreocupación de los días estivales del pasado se le antojaban demasiado lejanos, con el tiempo se habían convertido en un período donde sólo quedaba la certeza de saber que fue el momento donde todo cambió.  Una línea invisible había franqueado su memoria y a veces, sin darse cuenta, se sorprendía a sí mismo pensando a qué lado de la misma situar sus recuerdos, intentando evocar en cuáles de ellos ya pesaba su ausencia.

Los días eran más cortos y durante las noches podía sentir el frío, tanto como ella, que ya huía del suelo buscando el calor de su colchón, donde acurrucada contra su cuerpo lo reconforta dándole abrigo con su pelaje blanco, haciendo su ausencia un poco más pequeña y recordándole, como siempre,  todo lo que ella dejó atrás antes de marchar.

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