sábado, 18 de diciembre de 2010

La vida dormida

Apenas distinguía el exterior. La lluvia invadía la superficie del cristal. La persona que tenía a su izquierda bajó del coche y unos segundos después se abrió la puerta dejando ver el diluvio que caía sobre aquel desconocido. Éste la tomó por los brazos: "Vamos mamá". La dificultad de movimiento se imponía a la inercia que aquel hombre manejaba con la fuerza de sus manos y la fragilidad de su conciencia. El agua recorría los surcos que el tiempo había grabado sobre el rostro de Carmen. "Quédate aquí, ahora vuelvo", y después de besarla en la mejilla la dejó bajo la cornisa de la pared donde se apoyaba. Ella permaneció allí contemplándole correr. El ruído del motor se unió al sonido del aguacero. De pronto se oyó una voz. Era otro extraño. También corría, pero éste no iba callado, gritaba tratando de alcanzar el coche en vano.

3 comentarios:

  1. Relato precioso y triste a la vez!

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  2. Lo primero decirte que tu relato refleja muy bien la soledad de las personas de la tercera edad y rebosa nostalgia...
    Por otro lado, en cuanto a la Navidad, si te sirve de consuelo yo por mí me quedaría esta noche en mi casa viendo una peli o me iba al cine, y con eso te lo digo todo...
    A ver si con el nuevo año te animas a escribir más en el blog que creo que hay muchas vivencias y sensaciones que te guardas y que si te apetece podemos compartir.
    Un abrazo y feliz No-Navidad!

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